Le gusta el mar, es su escondite preferido. Le gusta oír la sinfonía conjunta de olas y espuma, el eterno chapotear contra el acantilado.
Recorre las desiertas playas con simpleza, con los pies descalzos sobre la arena, con el pelo "azul-ola" suelto al viento, con su sonrisa pintando anocheceres.
Ella es Blanca, pero no de ese blanco insulso y aburrido, sino de ese blanco que tiene algo que decir, ese blanco que pinta una incógnita en el aire y una sonrisa en mi cara.
Blanca tiene un poco de mar dentro de sí; tiene ese ritmo particular cuando se mueve, ese ímpetu y esa determinación que es tan propia del mar. Pero cuando canta...cuando canta, el mar en sí toma su voz, y la transforma; Blanca es el mar mismo, es la voz de las olas, el canto de la espuma. La noche del mar le pertenece; le pertenecen sus colores, sus aromas, su tiempo mismo.
Me gusta visitarla en su escondite preferido, mimetizar mi tímida voz con la suya mientras escuchamos a las olas cantar. A la noche, cuando el tiempo se detiene, nos sentamos al borde de su acantilado y compartimos brownies; todo transcurre con simpleza, con los pies descalzos sobre la arena.
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