¡Te doy la bienvenida al Palabrerío!
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sábado, 5 de abril de 2014

Y entonces.

Y entonces!
Ay y entonces;
habiendo ya resuelto su dilema! Habiendo jugado ya todas las cartas
y todo lo demás,
no supo,
o supongo que no sintió.

Su poema;
nunca iniciado por ende nunca terminado,
una vida de un ir y venir
de cosas, de encierros en plena luz del día
de inspiraciones
arrebatos de ardor y de furiosa opresión en su callado pecho
y el silencio! Oh, el silencio.

Haber sabido!
Que la furiosa opresión
no era más que el filo de la inspiración
cortando, dañando,
pidiendo una salida,
un fin! Un fin a la dolorosa agonía del encierro en su callado pecho.

Y entonces
ay y entonces,
habiendo ya sufrido lo suficiente, habiendo ya resuelto su dilema!
No supo,
o supongo que no quiso.

Qué no quería?
De haber sabido,
que el encierro lo tenía tan anhelante de libertad
que le privaba de ver la belleza dentro de su propia celda,
que anhelando libertad las paredes solo se cerraban más sobre él.

Y entonces
ay y entonces,
habiendo ya anhelado lo suficiente, habiendo ya resuelto su dilema,
no supo,
o supongo que no vio.

Dónde es que iba? Hacia dónde se dejaba arrastrar,
con una expresión de desapego, de triste resignación a una suerte que no le correspondía,
de vagar,
entre la espada, la pared y la otra pared
y la rosa, tu rosa
tentadora promesa de libertad, inspiración y destino,
colgaba de tu mano gélida.

Y entonces,
Ay!
Y entonces.