Pero cuando La Maga se despierta es diferente; cada amanecer suyo es un completo re-descubrimiento del mundo. Se maravilla por las diferentes formas que adopta la luz cuando atraviesa las cortinas medio raídas de su habitación. Y se fascina con los diferentes coros de pájaros que saludan las mañanas.
Las estrellas que se habían colgado del cielo raso se descuelgan y corren a refugiarse en el pelo alborotado de la recién-despierta, mientras que coloridos retazos de sueños se escapan por el rabillo de su ojo y por atrás de sus orejas para ir a instalarse a la barra del desayunador.
Todavía a medias dormida La Maga se ducha y desayuna un café con leche entre sus retazos de sueño, viendo con cuál de todos se va a caminar durante lo que queda del día.
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