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jueves, 29 de noviembre de 2012

Hija del temblor.

Nació en algún punto del inmenso océano, hija única de un potente temblor en lo profundo. Segundos de nacida tenía y ya echó a correr, con resuelta locura hacia la lejana costa, aunque ella no lo sabía aún.

En su camino, creció, cambió sus colores de un suave gris a un profundo azul-verdoso; se dio cuenta de su poder y lo puso a prueba, se desarmó contra el costado de algún bote ocasional y se volvió a armar. Miles de diferentes criaturas la acompañaron durante trechos de su alocada carrera, a veces compartiendo su juego, otras luchando contra ella; ella casi siempre les ganó...sintió su inmensidad y se sintió invencible, poderosa y temeraria. Ella seguía sin saber, pero la costa se acercaba.

La alarma sonó en la costa, en las calles, en todos lados. La gente, se amontonó en las calles, huyendo hacia donde los cerros prometían refugio, llevando consigo sus amados y un poco menos que lo esencial, estaban acostumbrados ya. La noche los acompañó esperando, llorando una suave lluvia mientras la veía acercarse. La gente esperaba en silencio, con paciencia ganada por años de lo mismo; la oyeron llegar, luego la vieron, inmensa e imparable. Muchos cayeron de rodillas, llorando junto a la mañana, otros simplemente agacharon la cabeza en señal de respeto y rendición.
La mañana la despertó, y mientras abría los ojos vio la costa, los edificios en la calle que rodeaba la playa, altos y encandilantes, le gustó la vista y se acercó, aún sin saber.

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