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miércoles, 2 de febrero de 2011

El café de Marcelo

Era un cuadro, o al menos eso parecía...estaba todo perfectamente acomodado, todo en el café parecía pintado.
Las cinco o seis mesas distribuídas armónicamente por todo el lugar, eran mesas de cuatro personas por ende tenían las cuatro copas y servilletas artísticamente distribuídas.
Hasta la gente parecía pintada, todos en una pose de lo más común pero sin dejar de ser artística; había uno en el rincón del local que parecía dormido, en otro rincón había una pareja-había demasiado amor en sus ojos para un lugar así, que por más artístico que fuera no dejaba de ser un poco "medio-pelo"- más o menos en el centro del lugar, un poquito hacia la derecha, estaba el del eterno cigarrillo en la mano, esos que apoyan su mano cigarrera en la sien y nunca lo terminan entonces cuando se les hace cenizas, prenden otro y así se repite la historia una seis veces más. Opuesto al del eterno cigarrillo estaba el del eterno diario, esos que leen un diaro de hace una semana y nunca, nunca lo terminan, esos que piden el café con medialunas a la mañana sin depegar la vista del diario matutino, esos que piden la copita de vino tinto dulzón a la noche, después de cenar, sin despegar la vista del diario de esa mañana, que tal ves ya lo leyeron unas cuatro veces.
-Lo de siempre-pidió el al entrar al cuadro para incorporarse a la pintura, el era el eterno acodado en la barra, esos que llegan a SU lugar-que por cierto tiene un cartelito de "reservado para..." o solamente "reservado"- temprano en la mañana y tarde en la noche, a mirar a el resto de los que están en el café por entre las cejas-porque mira mientras toma, para disimular-y así se entera de algo...lo que sea, que Antonio el del supermercado coreano renunció y se fue a vivir a corrientes, que Marta-la chica de la pareja de mucho amor-recién salía de una operación(tal ves por eso era el amor en demasía, el chico estuvo asustado), que se había muerto la señora de la esquina del bar, esa que nadie le conocía marido ni la edad, ni la ocupación, porque nunca salía de la casa más que para comprar lo de una semana en el almacén de Vito. Y así pasaban las horas el, el del eterno diario-que cuando hablaba lo hacía a través del mismo-el del eterno cigarrillo y algúno que otro cliene del bar-la pareja estaba siempre pero nunca hablaban con nadie, solo pedían lo de siempre-así pasaban las horas en el café de Marcelo.

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