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martes, 14 de octubre de 2014

Experimento V / Caja cerrada.


Imaginate una calle, una callecita más bien, esas de adoquines viejísimos. Más o menos a esta hora, con la temperatura ligeramente por debajo de cero, vos respirando suavemente haciendo que salgan mínimas nubes de vapor a cada exhalación tuya.

Vas con la ropa con la que saliste a la mañana, un poco menos limpia y algo más transpirada por el lío del día, pero decente ante todo. Espalda apoyada contra el caño de la parada del bondi esperás, irónicamente no al bondi, hace tanto que debería haber pasado que ya ni lo esperás. Vos, quienquiera que seas, esperás simplemente por el hecho de esperar algo.

A eso de las ocho de la noche, salías del laburo y entrabas al supermercado -a sabiendas de la cola inmensa que te ibas a tener que tragar- pensando que en realidad no necesitabas nada en particular, más que las ganas de quemar un poco de tiempo. Das unas vueltas por las góndolas tarareando algo que escuchaste salir por la ventanilla abierta de un taxi, agarrás un paquete de tapas de empanadas, te morís un poco con el precio de la carne picada y del morrón, te reís del precio de los huevos y ni mirás las pasas de uva (sí, sos de la gente que le pone pasas de uva a las empanadas, una en cada punta sí) y como te sentís medio omnipotente te comprás un tubo de Pringles ¿por qué no? Sabés muy bien que te vas a arrepentir en cuanto llegues a la caja y el cajero te mire medio como "¿en serio? ¿Con esta economía comprás Pringles?" pero hoy no te importa mucho en realidad.

Con el sabor a victoria en tu boca, enfilás para la caja "rápida" (esa que supuestamente funciona para personas como vos, que compran de a poquito por vez) porque para tu incredulidad ¡ESTÁ VACÍA! Casi se te para el corazón de la emoción.  Pero no...la cruel realidad te ataca como los tábanos de verano y cuando ya estás listo para cruzar la meta ves el flor de cartel que contundente reza: CAJA CERRADA.

Ahí estás vos, tratando de hacer sinapsis y respirar tus ganas de quemar al mundo y a todos nosotros con él, cuando para darle una vuelta de tuerca más a la tragedia se te acerca uno de esos guardas del súper y se manda con un monólogo bestial..."Esta caja ya cerró" dictamina. Y vos, tratando de procesar semejante crueldad, te retirás, no comprás nada una mierda y salís. A la mierda el súper, la caja rápida y el Mussolini del guarda. Esta noche te alimentará el freezer.

Como ya no queda otra, caminás sin rumbo por un rato hasta que te decidís preguntarle a ese viejito fumando en la mesa de un café dónde para el bondi para ir hasta tu casa. El viejito te mira triunfal, porque sabe que hoy vos dependés de él y no al revés y te suelta un acaramelado "Pa' rriba hasta lo de La Tota y un par de cuadras hacia la izquierda m'hijo..." Otra vez vos tratando de hacer sinapsis. El viejito te mira y se ríe.

Hacia arriba hasta lo de La Tota -que resultó ser una carnicería a diez cuadras en literal subida- y un par de cuadras a la izquierda -que resultaron ser veinte- fuiste yendo, con un atisbo de esperanza aún, de que el bondi pasaría, de que vos por milagro te darías cuenta y de que por más intervención divina aún, pare por vos y solo por vos.  Lógicamente eso tampoco pasó, así como no pasaron las compras, así como no pasarían las empanadas y así como no pasó el bendito colectivo hasta después de pasada una buena hora.

Imaginate vos en la bendita "parada" -que resultó ser un caño clavado en el ripio, con un muy poco grácil par de evidentes en la base haciendo perfecta alusión a la "parada", ya sin esperar nada en particular, ni el bondi, ni empanadas con pasas de uva, ni viejitos benévolos como los de los cuentos. Simplemente esperás por el hecho de esperar algo, mientras dejas escapar esas pequeñas nubes de vapor de tu boca, seguramente replanteándote aspectos clave de tu vida, que yo no soy quien para discutir.
Pero que te los replanteabas, te los replanteabas.

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